Qué es y cómo influye el pH del suelo y del agua sobre los cultivos
El pH es una característica que describe la acidez o alcalinidad relativa, en nuestro caso, del suelo de cultivo y del agua de riego.
Tanto los suelos de cultivo como las aguas de riego, se consideran ácidos si el pH es menor que 5,0 y muy ácidos si es menor que 4,0. Por el contrario, se consideran alcalinos si el pH es mayor que 7,5 y muy alcalinos si es mayor que 8,0.
La disponibilidad de los tres principales nutrientes que se emplean para el abonado: (N) nitrógeno, (P) fósforo y (K) potasio, se ve condicionada por el nivel de pH.
Así, en un suelo ácido (pH 5,0) el alimento aportado a la planta se ve reducido hasta el punto que, solo se aprovecha el 40% del nitrógeno suministrado, el 35% de fósforo y el 50% de potasio. Al aumentar el pH promedio hasta 5,5, se eleva la absorción de nitrógeno hasta el 70%, aunque el fósforo aún queda solo al 40% de utilidad.
Cuando el pH llega a 6,5, los tres elementos están completamente disponibles para alimentar las plantas.
Tabla pH óptimo para cultivos
Cómo interpretar los valores pH
El pH “ideal” para los cultivos es cercano a neutro. Así, se considera que los suelos neutros se hallan dentro del rango de pH 6,5 (ligeramente ácido) y de pH 7,5 (ligeramente alcalino).
Se ha determinado también, que la mayoría de los nutrientes vegetales están óptimamente disponibles para las plantas dentro de ese rango. Además, entre esos valores de pH, el crecimiento de las raíces resulta plenamente compatible.
Entre los principales nutrientes de las plantas: el nitrógeno, el potasio y el azufre, son los que parecen verse menos afectados directamente por el pH del suelo. Aún así, siguen estando condicionados en cierta medida.
Sin embargo, el fósforo (P) se ve directamente perjudicado. De manera que, tanto para los medios de cultivo con valor de pH alcalino (superiores a pH 7,3), como en aquellos otros con valores de pH ácido (inferiores a pH 5), los iones fosfato tienden a reaccionar rápidamente para formar compuestos menos solubles. Lo que implica poco o nulo aprovechamiento de este elemento.
La mayoría de los demás nutrientes (especialmente los micronutrientes) tienden a estar menos disponibles cuando el pH del suelo es superior a 7,5. De hecho, quedan dentro de un alcance óptimo a un pH ligeramente ácido. Por ejemplo, para valores entre 6,2 y 6,8. La excepción es el molibdeno (Mo), que parece estar menos disponible en pH ácido, y más utilizable cuando los valores son moderadamente alcalinos.
pH y alcalinidad del agua de riego
La alcalinidad y el pH son dos factores importantes para determinar la idoneidad del agua para regar las plantas. El pH es una medida de la concentración de iones de hidrógeno (H +) en agua u otros líquidos. En general, el agua para riego debe tener un pH entre 6,0 y 6,5
La alcalinidad es una medida de la capacidad del agua para neutralizar la acidez. Una prueba de alcalinidad mide el nivel de bicarbonatos, carbonatos e hidróxidos en el agua.
Estos compuestos se encuentran presentes en ella a partir de los materiales geológicos del acuífero del que se extrae, como son: la piedra caliza y la dolomita. Los resultados de las pruebas se expresan generalmente como “mg/L de carbonato de calcio (CaCO 3)”. El rango deseable para el agua de riego es de 30 a 100 mg/L de carbonato de calcio. Lo que se considera un valor óptimo para la mayoría de los cultivos.
El agua con alta alcalinidad (es decir, altos niveles de bicarbonatos o carbonatos) a menudo tiene un valor pH mayor a 7, pero el agua con alto pH no necesariamente tiene por qué ser de alta alcalinidad. Esto es importante distinguirlo porque es la alta alcalinidad del agua, no el pH, quien ejerce los efectos más significativos sobre la fertilidad del medio de cultivo y la nutrición de las plantas.
Para solucionar todo esto, te puede interesar conocer los tratamientos necesarios para aguas de riego agrícola.
Acerca del pH de los suelos de cultivo en España
Dentro del territorio español, se dan diferencias apreciables de pH según el lugar geográfico donde se ubique el cultivo. Por ejemplo, desde Galicia, junto con toda la zona Noroeste hasta Extremadura, el pH del suelo es normalmente muy ácido (menor que 4,5). Sin embargo, en la parte del levante peninsular, suce al contario, con un pH que suele rondar el valor 7,5.
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